
Áurea Ortiz
Me han pedido unas palabras con mis impresiones de Dónde estabas tú. Y mi impresión es que estoy impresionada. Y perdón por el juego fácil de palabras, pero es que no es para menos. No se me ocurre otra forma de expresar lo que siento ante esta obra única y audaz.
Estoy impresionada por lo que se dice, cómo no estarlo, y por cómo se dice. Por la dignidad de las mujeres protagonistas y su resiliencia. Por el asombroso modo en que sus palabras de dolor, pero también de esperanza, se transforman ante nuestros ojos en imagen y memoria. Por el primoroso trabajo de animación y sus imágenes bellísimas y extraordinarias. Por llevar a una dimensión inesperada los objetos culturales elegidos de forma tan imaginativamente coherente: las fallas, las capulanas, el anime. Por demostrar que la cultura, por muy particular que sea, es siempre universal. Por coger las fallas y su estética (¡las fallas!) para llevarlas donde nunca han ido y conseguir que cuenten la terrible historia que cuentan sin dejar de mostrar los malditos y pegajosos clichés de género que todavía contienen. Por hacernos conscientes de que las capulanas no son solo bellas telas de colores, sino que están hechas de hilos que trenzan la vida y el arte. Por demostrar que lo individual es colectivo, y lo local, global. Y, sobre todo, por recordarnos que la belleza también puede ser verdad. Y denuncia. Y reparación.